MARTE

El principal objetivo de una misión de este estilo es garantizar la seguridad de los astronautas. Cayetano Santana Gil, del Laboratorio para la Experimentación en Espacio y Microgravedad (LEEM), apunta que "los requisitos clave para el diseño de la misión son los relacionados con la seguridad y salud de los astronautas. Disponemos de tecnología para un plan de misión viable en todos los aspectos salvo en la protección de los astronautas, si fijamos un umbral medio-alto".
Entre la Tierra y Marte hay una distancia media de unos 54,7 millones de kilómetros, y una sonda robótica como, por ejemplo, el rover Curiosity, de la NASA, tarda unos nueve meses en recorrerla. Aunque el tiempo del vuelo se redujera hasta los seis meses, sigue siendo un trayecto muy largo para una misión tripulada. En la Estación Espacial internacional, ese tiempo es el que pasan en órbita sus tripulantes permanentes, pero están a un tiro de piedra, comparativamente, de la Tierra, por lo que pueden regresar a ella si hay algún problema.




En toda esta preparación hay que tener muy en cuenta las condiciones que los astronautas se encontrarían una vez que llegaran a Marte. Para empezar, su atmósfera es mucho más fina e irregular que la terrestre, lo que ya obliga, por ejemplo, a adoptar otros métodos de aterrizaje y despegue diferentes a los que se emplean en la Tierra. Esa fina atmósfera se une a la inexistencia de una magnetosfera global en el planeta, lo que deja a su superficie más expuesta a la acción de la radiación procedente del viento solar y del espacio.
Fernández Moreno señala, no obstante, que "otros factores menos conocidos son considerados por muchos como simples quimeras o miedos. Aquí destacan las temidas tormentas de polvo del planeta o la posible contaminación biológica de retorno", y esos factores pueden ser algunos de los que estén presentes en la superficie marciana. Los rovers y orbitadores que las agencias espaciales enviaron allí han permitido caracterizar con bastante detalle cómo es Marte, desde la presencia de hielo enterrado bajo sus regiones polares, a sus extremas temperaturas o la existencia pasada de ríos y, probablemente, hasta mares, pero lo cierto es que, hasta que los astronautas no pongan un pie allí, no sabrán con seguridad qué van a encontrarse.






Si la tripulación aterriza sana y salva, su siguiente reto sería conseguir in situ parte de sus provisiones necesarias para sobrevivir, como el oxígeno y el agua. Si se logran esos dos elementos, se puede montar un invernadero con plantas que no sólo sirvan para proporcionar alimento, sino también para producir más oxígeno, y todo esto habría que instalarlo dentro de hábitats presurizados, y teniendo en cuenta que la gravedad marciana es menor que la terrestre.
"Por otra parte, saber qué queremos hacer en Marte una vez lleguemos allí y cuánto tiempo vamos a estar, determinarán qué tipo de misión hacer, qué recursos y logística utilizar y cómo llegar, es decir, qué tipo de misión realizar", apunta Fernández Moreno, y esa determinación de lo que va a hacerse en Marte una vez aterrice la primera misión tripulada es, en gran parte, la culpable de que ninguna agencia espacial tenga un proyecto claro y firme al respecto.
Es cierto que, tecnológicamente, hay todavía obstáculos que salvar. Los ingenieros tiene que determinar, por ejemplo, un modo de que la nave lleve el combustible suficiente para su viaje, y para una estancia inicial en el planeta rojo, sin que su peso suba tanto, que el lanzamiento cueste una fortuna (incluso con los nuevos métodos low cost, que podrían no aplicarse a una misión a Marte), y también se tiene que diseñar un modo seguro de que la nave aterrice sana y salva. En un reportaje para Wired, Bobby Braun, profesor del Instituto de Tecnología de Georgia, señalaba que "estamos hablando de aterrizar quizás una casa de dos plantas, y luego otra casa de dos plantas con combustible y provisiones justo al lado. Es un fantástico desafío".




OPINIÓN

En mi opinión, el principal obstáculo para ir a Marte es la falta de resolución. A diferencia de lo que la mayoría de la gente piensa, el principal obstáculo no es económico o tecnológico, sino más bien de voluntad. Desde cierto punto de vista, y salvando las diferencias, podemos compararlo con erradicar el hambre en todo el mundo. No se trata de dinero. Si todas las naciones desarrolladas del planeta contribuyen económicamente, y adquieren un compromiso con un programa de vuelos tripulados a Marte, sería posible abordar ese desafío en los próximos años.

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